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  • Foto del escritorNinoska Gutiérrez

Poema a las rocas de Suesca por Diego Fallon

Diego Fallon nació el 10 de Marzo de 1834 en Santa Ana (hoy Falan), Tolima. Fueron sus padres Tomás Fallon y Marcela Carrión. Recibió su educación enBogotá en el Seminario de los Jesuitas, y después estudió en Inglaterra ingeniería de ferrocarriles y música. En Colombia se dedicó a la enseñanza del latín, el inglés, el francés, las matemáticas, la estética y la música. Fue maestro de la Academia Nacional de Música de Bogotá y del Colegio del Rosario. 

Su obra poética solo vino a publicarse hasta 1882 cuando el poeta contaba 48 años de edad. En 1885 editó el texto El Arte de Leer, Escribir y Dictar Música. Murió el 13 de Agosto de 1905. En reconocimiento a su obra la Asamblea del Departamento de Tolima cambió el nombre del municipio donde nació, por el de Falan como se pronuncia su apellido.



Las Rocas de Suesca

Coronados de pencas y de arbustos Sobre altos precipicios suspendidos, Ved de gigantes los informes bustos En éxtasis eternos sumergidos. Un gesto horrible allí petrificado, Con nariz trunca y arrugada frente, Decir parece al que le queda al lado Que le pisa un callo eternamente. De otro coloso en la entreabierta boca Las águilas sus nidos han formado, Y del labio inferior bermeja roca Cuelga como la lengua del ahorcado. Y sobre mí la mole vacilante, Tenida allí por invisible dedo Díjome con acento de gigante: "Huye, mortal... ó sobre ti me ruedo. A la voz huye vime en tal aprieto, Que no hallando de pronto una tangente, Resolvi descender por el cateto De un triangulo de estratas adyacente; Triangulo que en sus pardos murallones Sustenta de otros mil masa confusa, Y en antediluvianos mojicones Apoya la musgosa hipotenusa. Cruzan con la mirada el horizonte Cuatro patriarcas de semblante duro, A quienes miran del opuesto monte Otros patriarcas de guijarro puro.

Y por saber si á conversar se prestan , - ¿Qué haceis ahí ?- pregúntoles en verso, Y en mudo endecasílabo contestan: "Aguardamos al fin del universo."

Escucho luego, lo que apenas creo, Cual el rumor del viento que se aleja, Un singular y vago cuchicheo Entre las altas peñas de la ceja:

Cuando hacia el sitio la atención dirijo, De las abuelas miro inmóvil caravana, Festejando con hosco regocijo El fausto cumple-siglos de una hermana.

En la faz de ésta avinagrada mueca, Con letras chibchas en los dos carrillos; El moño, de aluvión y yerba seca, De líquen el collar y los zarcillos.

Secas raíces que á los lados penden Forman su escasa cabellera grifa, Y tres cabras, que el riesgo no comprenden, Le comen la capulla a la cachifa.

Un pañuelo de musgo y lama verde, Con prendedor de quiche al seno atado, Remata el traje: lo demás se pierde Tras un dosel en el peñón tallado...

Es fumadora la siguiente roca, Y por cigarro tiene, aunque apagado, En el rincón izquierdo de la boca De un frailejón el tronco retostado.

A la sazón en el opuesto monte Caliginoso nubarrón se asienta, Y en sombra sepultando el horizonte Va a desatarse en hórrida tormenta,

Cuando la zalamera fumadora Al crespo nubarrón  así interpela: -¿Que manda, mi señora? - Que me prestes, mi negro, tu candela.

Lanza la nube un rayo de su seno Al frailejón entre la grieta fijo; Tiembla la tierra al pavoroso trueno, Y la abuela contesta: - Gracias, hijo.-

Y sigue en tanto el vago clamoreo, Ora cual raudo viento que se aleja, Ora cual soterrado campaneo Entre las peñas de la torva ceja.

Pongo el oído atento, de sus voces Oigo la cavernosa resonancia; Llorar parecen  los perdidos goces De su inocente, submarina infancia.

-¿No recuerdas, Miocena, -exclama una- Aquellos tiempos libres de pesares, Cuando fué pabellón de nuestra cuna El manto azul de primitivos mares?-

-Aún se remonta a tiempos anteriores, Cara hermana Pliocena, mi memoria, Y me pinta con vívidos colores De nuestro origen la remota historia,

Cuando de nuestros cuerpos las sutiles Desligadas partículas sin cuento, En juegos y reyertas infantiles Flotaron en el líquido elemento;

Y en la vieja Borrasca sus canciones Entonaba, agitando aquellas riñas, Con chinesco de truenos y aquilones Desde afuera gritando: -¡Bailen, niñas!-

Hasta que la invisible superiora Con su sorda llamada, desde adentro, La madre Gravedad, habitadora Del vasto mundo en el fundido centro,

Al fin á nuestros lechos nos atrajo, Hizo cesar los juegos y las riña, Cantando sin cesar y en tono bajo Con rumorosa voz: -Duérmete, niña.-

¡Almas de la Cotopa y la Cocigua, Y mama Chimba, y todas nuestras madres, Que fueron ¡ay! la cordillera antigua; Y almas de los inviernos, nuestros padres!

Hijo de la Cotopa dicen que era El muchachuelo aquel tan consentido Que de entonces lisiado de hervidera No dejaba dormir con su ronquido.-

-¡Ah, sí! Cotopaxito, por supuesto: Mi amigo fué, lo tengo tan presente; Dicen que ahora con su hermano ha puesto Hornos de fundición en Occidente.-

Mas del cimiento el rezongar profundo Súbito escucho, herido de sorpresa, Que a las cornisas, viejas como el mundo, -Muchachas, -dice,- ¿qué algazara es esa?.-

Enmudecieron todas un instante; Mas luégo que el cimiento venerando Tomó a dormir, la peña intermediante Dió de ello aviso, y se siguió charlando.

SILURIA, la mayor, anciana austera, Que de su clara estirpe vió la gloria, Vivo guardaba de su edad primera El recuerdo feliz en la memoria,

Que su prosapia sube hasta el más alto Rango; porque PLUTÓN el Rey, la infanta Doña TRAQUITA, el duque de BASALTO Y el Príncipe GRANITO, cuya planta

Sonda la mar del subterráneo fuego Miéntras sus sienes baña en los sombrios Golgos del polo, todos desde luégo, Según sus pergaminos, son sus tíos.

Y de esos pergaminos no se puede Dudosa hacer la antigüedad presunta, Que al herirlos, burlada retrocede Del taladro tenaz la recia punta.

¡Mas contempladla! Sobre la ancha frente En vano el Sol sus dardos ha lanzado, En vano, al par, la lluvia disolvente, El rayo, el aquilón la han azotado!

¡Ved! De sus cejas trazan la figura Sendos cordones de erizadas pencas, Y he visto fulgurar, en noche oscura, Del cazador la hoguera entre sus cuencas.

Es de su alta nariz el bloque corvo, Atalaya del buitre carnicero, Que desde allí condena, inmovil, torvo, Su presa a muerte en el lejano otero.

Su boca, agreste ermita donde vierten Mortal sudor las piedras; do se llaman Á iglesia los conejos cuando advierten Que los hambrientos galgos los reclaman;

Y es sacristán de aquella gruta pía Un armadillo, que á la mansa vieja, Le ha perforado interna galería Que comunica oreja con oreja.

Miréla. Alcé mi voz: -Augusta anciana- Interpelé con hondo acatamiento- A vos ruego contéis en lengua humana Vuestra patria, abolengo y nacimiento.-

Viento improviso que del valle sube, Penetrando en el hueco de su boca De arena expele giradora nube Y, libre su garganta, así la roca:

-El Oceano que hoy al Occidente Dilata sus cerúleos horizontes, Cubre de nuestro patrio continente Los hondos valles, los altivos montes.

Esos montes, un tiempo esas llanuras desde el bismo á la nevada cumbre Ostentaron galanas vestiduras De la Luna y el Sol bajo la lumbre.

Las celestes montañas que cruzaban De confin a confin el patrio suelo Por cima de las nubes perfilaban Sus vastas cumbres sobre el tul del Cielo:

Cumbres que fueron trono soberano, Regia mansión, en fuerzas opulenta, Donde empuñó con fulminante mano Su flamígero cetro la Tormenta;

Donde regaba arrebozada en nieblas Sus jazmines el Alba veladora, Y separaba el Sol de las tinieblas Con su jardín de luz la rubia Aurora.

Los flancos sustentaban de la altura De inmensas moles las pendientes rasas Que revelaban ser por su textura De primaria fusión enfriadas masas.

Allá - de imperio la mirada llena, En ademan de enérgico tribuno, Con sólo el mudo ceño el mar enfrena Un basálito espectro verde-bruno.

Y acá - la faz de viso cristalino Fija en la lumbre del lejano Oriente, Un silíceo peñón, de su destino El fin aguarda con serena frente.

Y el fin llegó; que fuerzas soterradas Trabaron con el monte horrenda lucha Que conmovió regiones dilatadas. Se acercaba mi tiempo. Atento escucha:

De esa primaria sílice los bloques Por el potente impulso destrozados A la honda quiebra tras tremendos choques En fragmentos sin fin fueron lanzados.

Con fragor en el fondo se azotaba Más que fiero torrente, inmenso río; Que en las venas del orbe rebosaba De su pujante juventud el brío.

Las angulosas guijas al instante Fueron por la vorágine sorbidas, Y en tropel, al azar de la onda errante A recíproco frote sometidas.

Y en barahundas cada vez crecientes La turba de subácueos peregrinos A tumbos fué salvando las pendientes Y en los cuencos girando en remolinos.

Hasta de sus puntas y perfiles Al violento volcar se desprendieron Innúmeras partículas sutiles Que a flote el rumbo del raudal siguieron.

Tal fué mi origen, el preciso punto De do parte mi historia. La figura De mi cuerpo infantil era disyunto Corpuscular enjambre sin hechura.

De esa lid subacuática reñida Por los bravos erráticos fragmentos, Fuí yo la pétrea sangre difundida En los senos de la onda tremulentos.

Era informe voluble muchedumbre De undívagas moléculas que daban Pálido viso de ambarina lumbre Al diáfano cristal en que flotaban,

Y que mi germen fueron primitivo, Como esas linfas fueron mi fortuna, Aquella cumbre, mi linaje altivo, Y ese cauce de pórfido, mi cuna.

DIEGO FALLON

Fuente: Parnaso Colombiano, Coleccion de poesias escogidas, Julio Anezhttp://suescalinda.blogspot.com/

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